miércoles, 19 de octubre de 2011

El nihilismo de Diógenes de Sinope

Diógenes 1860 de Jean-Léon Gérôme
Ser nihilista no es adherirse a ninguna ideología, ni suscribir ningún manifiesto, ni asumir un paquete de ideas preestablecidas: ser nihilista es una actitud refractaria ante los usos y costumbres de una sociedad, de rechazo a lo establecido, de confrontación a lo convencional. Por eso al hablar del nihilismo de Diógenes de Sinope no se le está recuperando para ningún movimiento -como sí hacen las ideologías al uso para legitimar sus argumentos-, sino que simplemente se está definiendo su actitud crítica frente a un sistema de valores concreto, en este caso el griego. Empero esa visión y práctica contraria al establishment sigue aun vigente, es atemporal y universal.


Diógenes de Sinope fue el discípulo más avanzado de Antístenes, que reinterpretó la doctrina socrática  y creó de la escuela cínica. Rechazaban las riquezas y despreciaban los bienes materiales al considerar que el hombre se bastaba con su existencia y la naturaleza para ser feliz y realizar el bien. Los cínicos anteponían estas ideas a la de civilización, un artificio antinatural corrupto que encarnaba el mal e impedía la verdadera autonomía de los hombres y mujeres. El método de los cínicos consistía en componer sátiras y burlarse del orden establecido, intentando crear una conciencia crítica a partir del humor y el desprecio por los usos y costumbres de su época, tal como hicieron Voltaire, Shakespeare, Wilde, Twain, Kropotkin, Pisarev, Chernyshevski o Proudhon en sus respectivas épocas.

Su rechazo hacia los bienes materiales le llevó a vivir en la calle dentro una tinaja, acompañado únicamente por sus perros, en la más ferviente indigencia y viviendo en la más absoluta de las autosuficiencias como ejemplo de vida. Solían llamarme despectivamente "perro" por su forma de vida, incluso el propio Platón le calificada de tal modo ante sus costumbres (orinar en la calle o masturbarse en el Ágora). El término "perros" se generalizó para todos los cínicos, y ellos lo asumieron con dignidad y buen humor. Fue, más que un filósofo con una gran obra escrita, un ejemplo vital. De su pensamiento sólo se conservan escritas las referencias de la biografía de los filósofos griegos "Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres" [1], de Diógenes Laercio. En ella se cuenta -sirva de ejemplo- que Alejandro Magno se encontró con él en los Juegos Ístmicos:
- Yo soy Alejandro, el gran Rey.
- Y yo Diógenes, el perro.
- ¿Qué quieres de mí? Puedo ofrecerte lo que quieras.
- Que te apartes un poco y no me quites el sol.
Los cortesanos se rieron de él, pero Alejandro Magno les mandó callar: "de no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes". Esta actitud irreverente ofendía a las clases altas griegas, que veían como un sólo hombre era capaz de refutar las ideas sobre las que se asentaban sus vidas y su poder. Cuentan de él que se paseaba por Atenas con una linterna encendida "buscando un hombre". Ese hombre, para Diógenes, era aquel que viviese acorde a su naturaleza de humano más allá de las vanidades, un hombre despojado del fango de las ideas de su época. Una idea directamente relacionada con la del superhombre de Nietzsche.

Cuando Diógenes fue apresado y llevado al mercado de esclavos volvió a demostrar su carácter impertérrito, su actitud valiente y honesta respecto a su pensamiento crítico. Cuando un mercader le preguntó cuales eran sus habilidades, él contesto: "gobernar hombres", y acto seguido ordenó al pregonero del mercado que preguntase a los presentes si algunos precisaba comprarse un amo. Se burlaba constantemente de la hipocresía de las clases acomodadas griegas, “que se jactaban de una libertad y una educación heredadas, y disfrutaban los goces de una civilización material muy elevada, como si la hubiesen creado ellos, porque podían pagarla". Para él eran esclavos de la propia civilización, que les alejaba de la verdadera existencia, de la naturaleza propia del hombre, subyugándoles a la vacuidad, la mediocridad y lo "artificioso de toda su cultura".

El pensamiento de Diógenes exigía señalar constantemente la hipocresia de esa civilización, a la que él oponía no sólo un método filosófico, sino un modo de vida acorde a él. Instaba a todo aquel que quisiese escucharlo a cambiar los valores (transvalorizarlos, como diría Nietzsche) y acabar con todas las convenciones. Él hallaba en la austeridad de la naturaleza la clave de la autonomía, independencia y libertad de todo ser humano. Como hicieran otros nihilistas a lo largo de la historia, todo su esfuerzo se cuantifica en mantenerse en pie en un mundo en ruinas, adoptando una conducta coherente con su pensamiento como mejor ejemplo de su filosofía, abandonando las posiciones sociales de la época y concentrándose en lo realmente importante: ser hombre.

Diego Morales para la Revista Nada.
[1] La obra completa digitalizada de "Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres" se puede leer en este enlace.

1 comentario:

  1. Me hubiera encantado ser capaz no tanto de pensar como Diógenes sino de vivir como pensaba.

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